REFLEXIONES DE UN IZQUIERDISTA AGOTADO

Corre 2023 y no sabemos dónde estamos ni dónde nos vamos a meter.
Somos un país en el que ser de izquierdas es ser un antipatriota, un antiespañol que odia su país y está a favor de los independentistas y los filoetarras; y, por supuesto, de los peligrosos bolcheviques.

Después del 28M es inevitable acordarme de aquel vídeo de Rita Barberá, que en paz descanse, después de perder las municipales en Valencia: “Qué hostia, qué hostia…”. Y sí, nos la hemos llevado. Son datos, hechos, no es una percepción. Lo que realmente me jode es que se ha ganado desde el discurso de una España que no existe, la España de la que vive la derecha desde tiempos inmemoriales.

Con todo el trajín que ha tenido la izquierda a la izquierda del PSOE, hemos leído de todo en la guerra fratricida de la que nunca nos cansamos, pero detrás de todas las formas hay un fondo que puede que comparta o que, como mínimo, me intriga.

Es cierto que la izquierda más allá de la socialdemocracia ha necesitado reflexionar y darse cuenta de que divididos no tenemos nada que hacer. Y para ello era necesaria la tan aclamada “autocrítica”. Pero ¿por qué autocrítica?

Llevémoslo, por ejemplo, a la Comunidad de Madrid. Una huelga por la Sanidad Pública, en mayúsculas, como nunca se ha visto, un protocolo que hasta ahora solo es presuntamente criminal, becas a la educación privada, plazas mínimas para la Formación Profesional, unas lamentables obras en el metro, todo eso, para que al final se acabe hablando de ETA y Ayuso obtenga la mayoría absoluta.

¿Por qué se ha hablado de ETA y no de todo lo demás? ¿Por qué una izquierda que en su programa lleva mejorar las condiciones de los habitantes de Madrid o de cualquier Comunidad o municipio debe hacer autocrítica?

La derecha tiene el marco mediático absolutamente dominado, de nada sirve ser tibios y pretender centrar el debate en los datos porque a los ciudadanos parece que les da exactamente igual. En Castilla y León han colocado un vicepresidente sin funciones con un sueldo de más de 80 mil euros anuales y que forma parte del partido que dice que va a “acabar con los chiringuitos”, y a la gente le da igual, le da exactamente igual. Resulta hasta paradójico. 

Lo único que puede salvar a la izquierda es el animal político que tenemos como Presidente del Gobierno. Y no porque sea una persona de mi gusto, pero sé reconocer cuando alguien es inteligente, y la jugada de Sánchez es de absoluto ajedrez. El día después de perder con mucha diferencia las elecciones autonómicas y municipales, decide hacer una comparecencia oficial y convocar elecciones generales para el mes de julio.

A la derecha le ha pillado a contrapié y de resaca electoral. Su primera excusa ha sido que está fastidiando las vacaciones de los españoles, algo que el propio Feijóo hizo no hace mucho cuando presidía Galicia. Pero no solo eso, la jugada a dado la vuelta al tablero por su izquierda y por su derecha.

Primero, ha obligado a las izquierdas, las que no son nada tibias, tengan que alcanzar un acuerdo in extremis y apartar sus diferencias para hacer un frente común, un Frente Popular como dirá algún derechista sin mucho conocimiento de la historia de su país. Una izquierda que ha alcanzado ese acuerdo y se presenta bajo el paraguas de una Ministra de Trabajo que cuenta con el aval incluso de la Patronal, aunque en menor medida que con el de los sindicatos. Y tras azuzar sus diferencias en twitter, porque algunos no salen de la TL para hacer política, parece que se van acallando bocas o que van surgiendo titulares que dejan las peleas internas de Sumar en las páginas de interior del diario o periódico, lejos de su portada.

Solventado esto, a esa derecha que defendía que gobernase la lista más votada y a la que se le llenaba la boca presumiendo de su moderación, la ha forzado a hablar de programas de Gobierno y medidas, apartándose del discurso de la banderita en la pulsera, de ETA y de los enemigos de España. La derecha moderada ahora pacta con la ultraderecha. El Gobierno de Castilla y León ya no es anécdota, sino modus operandi, y se puede ver perfectamente en acuerdos como el de la Comunidad Valenciana, el cual parece que lo ha elaborado un niño de primaria ante el dictado de un profesor con pocas ideas.

Ahora Feijóo se contradice y confunde más que cuando dijo que Badajoz estaba en Andalucía. Ha llegado a afirmar que no pasaría nada si perdiesen Extremadura por no ser la lista más votada, pero su dama de hierro, María Guardiola, insiste, a pesar de proclamar que no se dará un paso atrás en los avances sociales, en que pactará con la ultraderecha sin prácticamente pestañear.

O como en Burgos, donde el PSOE, la lista más votada, ofreció su abstención para que el PP gobernase en solitario, pero han optado por una coalición con Vox. Si esto es la moderación, que venga Fraga y lo vea.

El problema siempre ha estado en que el partido fundado por los ministros de la dictadura ha pretendido acaparar el debate hablando de los socios de Gobierno, pero ahora tiene que hablar de los suyos, sin poder justificarlo con el de su contrario.

Por dios, si he visto hasta a Vicente Vallés criticar a Feijóo, y a Carlos Herrera esconderse debajo de la mesa cuando Zapatero le ha dado una verdadera lección.

Esto se juega en un puñado de votos, los experimentos como Italia nos advierten de lo que se viene, poco tiempo para decidir y vivir la experiencia, al revés que los castellanos y los leoneses. Solo espero que la gente tenga cabeza, me da igual el discurso del voto útil, pero es ETA o la reforma laboral, ETA o la inflación más baja de la Unión Europea, ETA o uno de los países con mejores previsiones de crecimiento, ETA o el menor paro en 15 años, ETA o ser mínimamente inteligente y saber que no quieren ni debatir porque más allá de ese discurso, no tienen nada.





ETA o ser un ciudadano concienciado.

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